Comentario
Quizás es Valencia donde existe una escuela más vigorosa y variadadentro del Gótico Internacional en la Península Ibérica. Tal vez hubo razones para ello. En primer lugar, la preferencia casi absoluta por la pintura sobre la escultura, salvo en los casos en que era indispensable recurrir a la última (sepulcros, portadas monumentales). Además, porque la ciudad crece en importancia, en vías de sustituir a Barcelona como centro económico mediterráneo.
Por otro lado, una tradición poco sólida de italianismo la hace más permeable a la novedad. Finalmente, hay que contar con la llegada de dos artistas, Marsal y Gerardo Starnina, que representan a dos mundos distintos que enriquecen las opciones del panorama general.De Marsal de Sax se sabe más por los documentos que por las obras. Fue muy apreciado, pero los últimos años de su vida los pasó en la indigencia. Sólo conservamos la Duda de santo Tomás del retablo de esa titulación en la catedral de Valencia. Su deficiente estado de conservación no permite hacer un análisis muy apurado, pero cabe decir que muestra a un artista expresivo hasta la deformación casi gratuita y creador de unos tipos que dejarán huella posterior. Es probable que no sea suyo, pero que esté en su órbita estética, el monumental retablo del Centenar de la Paloma, dedicado al caballero cristiano Jorge (Museo Victoria y Alberto, Londres), pieza capital del internacional hispano, donde la paleta abundante en naranjas, rojos y azules, y las escenas amables o cortesanas, alternan con un expresionismo sangriento en las de martirio.
Gerardo Starnina está poco tiempo en Valencia (1395-1401). Sin embargo, el magnífico y bien conservado retablo de Fra Bonifacio Ferrer (Museo de Valencia) no se puede explicar sin su presencia. Tal vez no le pertenezca en su totalidad, pero su mano se pone de manifiesto en la tabla central de la Crucifixión (especialmente la ilustración de los sacramentos), en la delicada Anunciación de la zona superior o en el Varón de Dolores del bancal.
El tercer maestro inicial es el autóctono Pere Nicolau, activo ya en la última década del XIV (1390), cuya única obra conservada y documentada es el retablo de Sarrión (Teruel), recientemente recuperado (Museo de Valencia), salvo la perdida tabla central con una Maestá de la Virgen. Su arte es delicado, poco sólido estructuralmente, con figuras de aspecto quebradizo y algo nervioso, muy inmediatamente atractivo, con una gama cromática a veces atrevida, pero sin la agriedad de algún fragmento del grupo vinculado a Marsal de Sax, que se adivina a gusto en obras de pequeño formato. La tabla doble con la Verónica y Anunciación (Museo de Valencia) permite analizar el paso hacia unas fórmulas algo diferentes, como si en la segunda la mano fuera de Nicolau y en la primera de Gonzal Peris.
Esto hace que recordemos una realidad de los talleres valencianos presente de forma no menos frecuente en otros lugares, que hace aún más difícil identificar a los artistas. Es muy corriente que se asocien, trabajen juntos, compartan el mismo taller y actúen, previo contrato, en el mismo retablo. Seguramente esto explica las diferencias en esta tabla doble, en el retablo de Fra Bonifacio Ferrer, etc. Al mismo tiempo, se entremezclan las diversas corrientes estéticas en los representantes de las segundas generaciones. Una de las obras capitales, pero difícil de definir artísticamente, es el retablo de la Santa Cruz (Museo de Valencia), atribuido a Miguel Alcanys. Pintor conocido documentalmente, su realidad se nos escapa aún. En relación a él se habla de unas tablas del Museo de Lyon (Francia), pero lo más discutido e importante es este retablo citado, con herencias italianas que proceden de Starnina y un lenguaje narrativo desarrollado al servicio de un programa temático muy importante.
Sin duda, el gran taller de esta segunda fase fue el de Gonzal Peris, que traba a muchos años y tiene una produccion que, aparentemente, sólo admite parangón con la del catalán Borrassá. En el retablo de Santa Bárbara (Museo de Arte de Cataluña, Barcelona) recupera un sistema de representación partiendo una tabla en dos escenas apenas separadas entre sí por una raya, mientras difiere la construcción espacial y la temática, que proviene de los Bassa en lo catalán. Su obra más sólida es el retablo de los Martí de Torres (Museo de Valencia), ya tardía, donde se hace eco de las novedades de origen flamenco importadas por Dalmau, Alincbrot, etc. Mientras mejor o peor se conservan los retablos, han desaparecido otras obras que fueron más numerosas de lo que comúnmente se supone. Es el caso de pinturas como las felizmente conservadas, aunque muy fragmentariamente, de una galería de reyes de la casa de Barcelona para el Ayuntamiento de Valencia, en la que colaboró Peris, con otros artistas (Museo de Cataluña).
La importancia de la pintura valenciana no sólo reside en la calidad de sus artistas, sino en su difusión hacia otros lugares. Es posible que se pueda rastrear hasta Cataluña (Lérida), Murcia (el llamado Maestro de Puixmarín, es un valenciano, sin duda), Mallorca (Miguel Alcanys acaba residiendo allí) y, sobre todo, Aragón. En Teruel, especialmente, la mejor pintura es valenciana. El retablo de Santa Bárbara de Gonzal Peris viene de Puerto Mingalvo. En Mora de Rubielos se conserva un magnífico retablo que tiene origen valenciano. El punto extremo de esta difusión está más allá de Aragón, en Castilla. El monumental retablo de la catedral de Burgo de Osma, hoy deshecho y repartido por varios lugares (Burgo de Osma, Museo del Louvre, Museo Marés). Probablemente fue realizado por más de un artista y debe ser de época avanzada. La magnífica Dormición de la Virgen (Museo Marés, Barcelona) no sólo se hizo con un dibujo apurado y preciso y una cuidada composición (tantas veces torpe en artistas hispanos), sino con una gran sensibilidad cromática.
La miniatura también presenta interés. La segunda obra mayor del internacional hispano (con el "Misal de Santa Eulalia") es el "Breviario del rey Martín" (Biblioteca Nacional, París). Es el producto más acabado de lo que pudo ser una gran escuela de corte, si los medios tan magros de la castigada cancillería real hubiera sido otros. Las distintas referencias documentales hablan de un arte entre Valencia y Cataluña, aunque sea la primera donde se encuentran los paralelos más próximos. Un "Libro de Horas de Londres" (British Library) contiene varias excelentes miniaturas de un artista valenciano próximo a estas comentes.
En Aragón, el panorama es variado, con numerosos pintores y centros, aunque la gran ciudad es Zaragoza. Ya en Juan Leví, en el siglo XIV, se detectan estilemas del internacional, pero los artistas principales trabajan en fechas correspondientes a segundas generaciones. Ultimos descubrimientos permiten enriquecer un panorama ya de por sí interesante. Bonanat Zaortiga es un pintor de cierta calidad con taller bien establecido en Zaragoza. Su obra más destacada se conserva en Tudela (Colegiata), muestra de las continuas relaciones entre la ciudad riojana y la capital aragonesa, pese a formar parte de reinos distintos. La desconocida personalidad de los maestros de Lanaja, Langa, etc., empieza a desvelarse, mientras, por primera vez, se perfila una nueva figura antes únicamente documentada, la de Blasco de Grañén. Su actividad hasta fechas muy tardías le permite hacerse eco o contactar como puente con las novedades de raíz flamenca. En Teruel el influjo de Valencia es prevalente, aunque junto a obras de esa procedencia hay otras que no lo deben ser, como la Virgen de la Misericordia del museo de la catedral. El expresivo Maestro de Retascón está formado en el ámbito de Marçal de Sax, colabora con otros artistas en las mismas obras y tiene un amplio catálogo, que indica que tuvo éxito y clientes, aunque sigamos sin saber quién era.